NIños y borrachos


LA mujer nos llamó sinvergüenzas. A voces. Para que todo el mundo lo oyera. Justo al lado unos chicos tiraban migajas de pan a las palomas. Uno de ellos se unió a la mujer y nos echó la culpa de estar parado, de no encontrar trabajo, de su desesperación, que estaba harto de enviar su currículo, que todos los políticos son iguales… Me acerqué a los dos y no querían escucharme. Junté las palmas de mis manos y supliqué diez segundos para ser escuchado. En ese momento se unió otro chaval con las mismas arengas. Estábamos allí protestando contra el paro en Andalucía. Con un maniquí quisimos simbolizar la parálisis de la casta política andaluza que se acuchilla en privado para ocupar posiciones en las listas de sus partidos. Que defienden cínicamente la democracia mientras se la saltan de puertas adentro. Estábamos allí para denunciar el inmovilismo de esta sociedad andaluza anestesiada que termina votando a quienes critica. Y entre los dos fuegos, aniquilados por el silencio de unos y el ruido de otros, nosotros. Injuriados por quienes estábamos defendiendo. Con nuestro dinero. Con nuestro tiempo. Asumiendo un coste personal, familiar, social, económico y laboral cada vez más insoportable. Víctimas de las víctimas.

Dice un proverbio árabe que se alcanza la santidad cuando te injurian cien hombres justos. Conozco la miseria de esa sensación y padezco sus miserables consecuencias. La piel del corazón se me ha curtido de escamas aunque jamás abdicaré de sentir. Más de una vez me he preguntado por qué enciendo luces en mitad de la noche que nadie quiere mirar. Por qué hablo a quienes me dan la espalda. Los niños y los borrachos siempre dicen la verdad. Los dos carecen de conciencia. Los niños son inocentes por inconscientes. Los borrachos, en muchos casos, pierden la conciencia para no soportar el peso de la inocencia. Frente a ellos, el adulto sobrio no se siente reflejado en sus espejos. No teme verse dentro de sus pupilas como un enano repugnante que no hace lo que dice. Por eso los creen. Sin embargo, cuando otro adulto sobrio se coloca delante y enarbola la verdad como una espada, se defienden con la criba del prejuicio como si la verdad tuviera denominación de origen.

Dijimos la verdad cuando denunciamos antes que nadie la inmatriculación de la Mezquita-Catedral por la Iglesia Católica. Cuando reivindicamos antes que nadie las elecciones propias para Andalucía. Cuando aventuramos antes que nadie el pacto presupuestario para privarnos de la capitalidad cultural. Cuando denunciamos antes que nadie la expropiación de Cajasur por la BBK. Cuando denunciamos antes que nadie el pacto rosiblanco para el cambio de trinchera de Rosa Aguilar. Cuando denunciamos antes que nadie el pago de la deuda histórica con solares. Cuando denunciamos antes que nadie la privación de las competencias andaluzas del Guadalquivir. Cuando denunciamos antes que nadie que la primera medida que adoptaría el Gobierno sería devolverle el favor a CiU pagando casi 800 millones de euros… El tiempo pone cada cosa en su lugar. Ya veremos cuándo. Porque no soy un niño ni un borracho. Apenas un político sinvergüenza.

La bicicleta rota


NO existe una comunidad humana donde el caos y el orden se mezclen tan armónicamente como en un aula de primaria. La disciplina aún no se ha instalado en los discos duros de los niños y niñas. Afortunadamente. Y tampoco la ingenuidad se ha desmenuzado con la rapidez que contamina a los que se aman a sí mismos más que a la vida. Afortunadamente. Esa mañana, sin embargo, el porcentaje de caos se impuso al orden y descompuso el equilibrio natural del aire como una orquesta desafinada. La profesora no pudo más. Se sentía inútil. Para nada le sirvieron sus años de carrera y experiencia docente. Los alumnos escenificaron una primavera árabe en siete metros cuadrados. Y delante de todos, como una niña, apoyó la cara sobre el atril de sus manos y se echó a llorar. El plano duró apenas unos segundos. El tiempo exacto que dura el pudor impertinente del fracaso en público. Con arresto se puso en pie, dio un golpe sobre la mesa y los mandó callar y escuchar. Esto dijo:

"Una bicicleta se compone de muchas piezas. Como mínimo dos ruedas, porque entonces no sería una bicicleta. Pero también necesita un cuadro para sostenerlas. Y unos pedales que la muevan con vuestros pies. Y una cadena que engarce dos ruedas dentadas. Y un manillar donde colocar vuestras manos para dirigirla. Y un sillín donde sentaros… Si todas las piezas están en su lugar y en buen estado, la bicicleta funciona. Sólo depende de vuestra capacidad para manejarla y de vuestra voluntad de moverla. ¿Comprendéis? Pues bien: esta clase es como una bicicleta. Solo que las piezas no están en su sitio. Muchas están averiadas. Y encima vosotros no queréis subiros en ella. ¿Lo habéis entendido?"

Sinceramente, no. No todos al menos. Al fondo un niño tenía dos canales de lágrimas abiertos de los ojos al pupitre. Levantó la mano y dijo con el timbre de la voz quebrada, entre la vergüenza y la culpa: "¿Soy yo el sillín, verdad?" La seño se emocionó y lo disculpó de inmediato. Supo que el niño había entendido la parábola y compartió su sentimiento de culpabilidad por haberlo acusado quizá en exceso sin darse cuenta. En la antípoda de su mesa, otro niño alzó la mano y dijo: "Si la bicicleta está rota, a ti como seño te corresponde arreglarla". Y de nuevo la profesora se estremeció porque también lo había entendido. Pero la inteligencia emocional del niño resolvió el problema quitándoselo de encima como si fuera polvo.

El primer niño asumió su cuota parte de responsabilidad, como hacen la inmensa minoría de ciudadanos comprometidos con el espacio político que ocupan. El segundo la endosó a la responsable formal de solucionarlo, como hacen la inmensa mayoría de habitantes con los políticos que nos gobiernan. Quizá se equivoquen los dos. Las cuerdas suenan armónicamente cuando no están demasiado tensas ni demasiado relajadas. Pero puesto a equivocarme, prefiero que se rompa la cuerda a fuerza de tensarla a seguir soportando el sonido sordo de nuestra pasividad. A todo esto, han eliminado como asignatura Educación para la Ciudadanía. Como si toda la culpa fuera de la bicicleta y no de quienes la montan.

La vaqueriza


FERMÍN es vaquero. Sus manos hablan por él: curtidas y encalladas, con los padrastros ennegrecidos de tierra y el barro metido en las uñas. Pertenece a esa raza antigua de campesinos que tienen la piel cobriza y no aceptan el dinero inmerecido: Soy un trabajador, no un limosnero. Se considera honrado y le indigna todo aquello que considera una injusticia. Por eso agradeció al primer alcalde de la democracia que comprase las tierras colindantes a la vaqueriza y permitiera edificar en ellas a quien de verdad lo necesitara. Todo el mundo tiene derecho a una vivienda. Y mucho más en aquella Andalucía, donde las casas se ponían en pie de noche en un fin de semana y se habitaban inmediatamente para evitar su demolición antes de que el techo se les cayera encima.

No pasaron muchos años cuando esas familias decidieron construir sus porches y piscinas, excediendo de lo permitido en las ordenanzas. Ya no bastaba el derecho a una vivienda: tenía que ser digna. Y comenzaron a exigir del Ayuntamiento que prestase los servicios e infraestructuras a quienes construyeron ilegalmente alrededor de la vaqueriza. Los huertos se vieron asfixiados por el tráfico, las servidumbres y el contagio de los pozos ciegos a los acuíferos. La actividad urbana arruinó los valores del suelo rústico propiciando su delimitación como urbano por el planeamiento. Para compensar las mejoras que los parcelistas debían asumir como gastos, se les permitió segregar por debajo de la superficie prevista. Y muchos edificaron viviendas para sus hijos porque les dijeron que podían inscribirlas a los cuatro años. Fue por aquel entonces que Fermín escuchó a la radio que "los pobres también tienen derecho a disfrutar de un chalet". Como si él, que no se creía pobre, pudiera permitirse uno.

Actualmente, la vaqueriza de Fermín no guarda las distancias con el nuevo "núcleo urbano", que sigue sin ser legal pero que ya está "reglado". Ahora el ilegal es Fermín. Pero hace tan sólo una semana, tras varios años de batallas en tribunales, tras diversas inspecciones de medio ambiente, con sus respectivas sanciones y amenazas de desahucio, y haciendo frente a un juicio civil por molestar a los vecinos con los malos olores, el nuevo alcalde le ha garantizado que "lo suyo tiene solución": "Ya no eres ilegal, Fermín. Ahora pasas a estar "fuera de ordenación". Todo gracias al nuevo decreto de la Junta". Y Fermín, que ya tiene los huevos curtidos a fuerza de palos y más entendederas que muchos universitarios, asiente con sorna y contesta: "Pues a mi me gustaría estar dentro de la ordenación. Porque yo siempre he sido un hombre de orden".

Y en esas seguimos: en el caos. Resolviendo los problemas con leyes, y cuando no se puede, parcheando con reglamentos los problemas que las mismas leyes y reglamentos crearon. No existen crímenes a medias. Ni medios asesinos. Pero las construcciones ilegales ahora serán "legales". Y lo que en origen fue legal y sobrevino ilegal por culpa de estos decretos, seguirá siendo no se sabe qué, ni inscribible en ningún sitio. Como las vacas de Fermín: fuera de ordenación.

Malos humos


HACE unos años se instaló en Carcabuey una empresa que tenía como objeto el reciclaje de neumáticos usados. Apareció de la nada gracias en buena medida al dinero europeo que gestionan las distintas administraciones andaluzas. Y en la nada se convirtió pasados los cinco años que se suelen conceder como periodo mínimo de actividad para la justificación de las subvenciones. Entre nada y nada, creó un cementerio de neumáticos en el corazón de la Subbética. Muchos, apilados como cimas envidiosas que compiten con las lomas de los olivares. Otros fueron enterrados como víctimas clandestinas en una fosa común. Si convertimos en un decorado indiferente lo que vemos a diario, con mayor razón olvidamos lo que se nos oculta. Sin embargo, el peligro sigue existiendo. En caso de incendio, los neumáticos que ensucian la superficie y se esconden en el suelo arderán más aprisa que el dinero público que sufragó este desastre ecológico. Hubo denuncias. También enterradas por la burocracia. Y los niños juegan con ruedas en el campo como si formaran parte del paisaje, mientras sus padres y madres sonríen felices. Ignorantes. Indolentes.

Ahora parece que estos neumáticos podrían tener salida por las chimeneas de la cementera Cimpor-Cosmos. Pasarían del corazón de la sierra al corazón de la ciudad, a través de nuestros pulmones. Y de nuevo gracias a la administración pública andaluza. Ecologistas en Acción, con el apoyo de Equo y PA, ha denunciado esta aberración contra la salud pública y el medio ambiente. La autorización concedida por la Junta de Andalucía a la fábrica de cemento del Grupo Cimpor-Cosmos en Córdoba en el año 2007 prevé que la empresa pueda quemar al año hasta 26.100 toneladas de neumáticos usados, 14.200 toneladas de plásticos, 54.500 de lodos de depuradoras y 43.500 de residuos municipales mezclados. Es cierto que así sustituiría el coque de petróleo por materiales potencialmente reciclables. Pero uno de los principales problemas de la quema de residuos en cementeras, como de todos los sistemas de incineración, es la emisión cancerígena de metales pesados y de productos de combustión incompleta, que incluyen dioxinas, furanos y una larga lista de compuestos orgánicos. Las dioxinas son tan peligrosas que la propia Junta de Andalucía expone a la cementera que por sus enormes chimeneas no salga más de 1 nanogramo en periodos de una hora. Para quien quiera hacerse idea de lo que es esta cantidad, simplemente es coger un gramito de dioxinas y dividirlo en 1.000 millones de trozos: 0,0000000001 gramos.

Mi amigo Gerardo me explica que si una central nuclear no puede evitar escapes tóxicos y es el paradigma de la seguridad, me temo que nadie puede garantizar que estos escapes se produzcan e inunden nuestros barrios de sustancias cancerígenas. De hecho, a escasamente un kilómetro se encuentran cuatro colegios (Concepción Arenal, Juan Rufo, Aljoxaní y la guardería pública de Chinales). Y los niños jugarán con el aire de las ruedas quemadas mientras sus padres y madres sonríen felices. La indolencia y la ignorancia comparten demasiados fonemas.

La rosa marchita


SOLO el necio se atreve a negar la verdad evidente. Y quizá la más burda sea el irreparable paso del tiempo. Porque sus zarpas cicatrizan el alma aunque nos sumerjamos en piscinas de colágeno o nos inyectemos toneladas de botox en la piel. Oscar Wilde pretendió en vida y en vano desacatar la dictadura del tiempo. Y lo hizo proponiendo la única fórmula posible para esquivar sus arañazos: disfrutar plenamente de la belleza. Ése es la única moraleja potable del escalofriante Retrato de Dorian Gray. El joven mantiene su apariencia física como si estuviera conservado en formol. Y consume la vida a bocanadas cometiendo toda sarta de perversiones. El catálogo de males queda radiografiado en su retrato como un espejo de su alma putrefacta. Cuando Dorian Gray se descubre a sí mismo en el cuadro, demoníaco y fúnebre, muere de pánico.

En la comarca de La Contraviesa se canta una alegoría popular del Retrato de Dorian Gray: "Más bonitas son las rosas, viene el tiempo y las marchita". Exactamente eso le está pasando al PSOE y a su sucursal en Andalucía. Pasados más de treinta años de gobierno autónomo, creyéndose eternamente jóvenes e indestructibles, se han sorprendido en el espejo repletos de arrugas en el alma. Por supuesto que han hecho cosas por Andalucía. Muchas. Algunas buenas. Y otras muy buenas. Pero han cometido la peor de las perversiones: creer que un inventario de actuaciones modifica las estructuras de la realidad. El error más grave de los gobiernos socialistas ha sido invertir la propaganda que permitió a Escudero instalarse en el poder y en el imaginario colectivo como un mito: pasar de ser un socialista andaluz a parecer un andaluz socialista. La sucursal del PSOE ha vivido de esta renta y del ascenso a las cumbres de Felipe González. Y ahora que sus intereses partidistas peligran, se han dado cuenta que no han cambiado nada. Que las estructuras de poder siguen siendo las mismas o peores que cuando alcanzaron el trono. Que fueron ellos quienes concedieron el título de Hija Predilecta a la terrateniente con más propiedades y que más subvenciones cobra. Que han vuelto a convertir el paro andaluz en un problema de Estado, superando en 10 puntos la media española y 20 la europea. Que han desmantelado el tejido industrial enterrando símbolos como Astilleros, Santana, Visteon, Delphi o Locsa. Que el poder financiero ha emigrado fuera de Andalucía como lo hacen ahora los estudiantes de Derecho, Arquitectura o Medicina. Que han consolidado nuestro parasitismo económico porque decidieron subordinar nuestros intereses a los de su partido en Madrid. Y por la misma razón que Cajasur es una sucursal de la BBK, Carme Chacón anuncia su candidatura en Almería.

El PSOE debe asumir que los cadáveres hacen fuertes a los gusanos y a las raíces de las rosas. Y los andaluces tienen que darse cuenta que lo cambiaron todo para no cambiar nada. Que el PP esperará a las autonómicas para realizar los recortes más duros. Que Griñán esperará al PP para convocarlas. Y que mientras el perro espera al gato, Andalucía languidece. Como el retrato de Dorian Grey.

España es un Frankenstein


LAS palabras son cómplices de quienes mienten con ellas. Incluso algunas parecen haber nacido con el único fin de engañar. Como investidura: acción y consecuencia de conferir una dignidad o cargo relevante. A Rajoy lo cubrirán con un sayo simbólico para ser investido Presidente del Gobierno. Sin embargo, in-vestir también podría interpretarse justo al revés: acción y consecuencia de desnudar. Exactamente lo que ocurrirá cuando el nuevo presidente tenga que tomar decisiones y abandonar el discurso vacío de negación que ha mantenido durante los últimos años.

Una vez investido Rajoy tendrá que investir a España. Cubrirla o desnudarla. Para el caso es lo mismo. Porque no hará nada por cambiar la noción histórica de un Estado que nunca fue centralista ni homogéneo. Aún más: quien alimenta esta noción equivocada y falsa de España es quien menos la respeta. UPyD, por ejemplo. La españolidad como nacionalismo es un sayo que cubre el frankenstein que ha sido, es y será España. Para la derecha es opaco. Para la izquierda, transparente. Esa es la coartada arrojadiza que incendia el enfrentamiento de unos contra otros. Un mal que sólo tendrá cura el día que aceptemos la naturaleza plural de los pueblos del Estado. El día que veamos que el frankenstein sigue ahí no importa el sayo que lo cubra.

La fundación mítica de la noción (no nación) de España tuvo lugar con la unión dinástica por matrimonio de los Estados de Castilla y Aragón. Antes no existió España como concepto más allá de la poética Sefarad. No lo fue Hispania y tampoco Al Andalus, porque ninguno de los dos fueron propiamente Estados. En cualquier caso, siempre han convivido distintos regímenes jurídicos para casi todos los pueblos de España. Con un matiz: a mayor españolidad, mayores privilegios territoriales. Con los Austrias, de Carlos (extranjero) a Carlos (hechizado), la península fue un mosaico jurídico compuesto por los fueros del norte y el Derecho de Castilla. El primer Borbón (extranjero) intentó homogeneizar España a la francesa tras vencer en la guerra de sucesión. Pero ante el temor de un conflicto permanente, claudicó reconociendo sus fueros a catalanes, vascos o navarros. José Bonaparte (extranjero) volvió a intentarlo y fue la Constitución de Cádiz quien lo logró efímeramente: Fernando VII puso las cosas en su sitio dando a cada uno lo suyo y no a todos lo mismo. Las dos repúblicas intentaron unificar desde el reconocimiento a la diversidad. Y fracasaron. La españolidad franquista volvió a conceder los privilegios a vascos, navarros o catalanes: devolviéndoles su derecho propio y consolidando su riqueza.

La democracia ha reproducido el modelo: vascos y navarros tienen un cupo fiscal que los confederaliza. Pero en ambos territorios gobierna el PP. Y calla. No lo olviden. Ahora concederá idéntico honor a Cataluña. Madrid ya lo tiene como comunidad de consumo (por eso libera los horarios comerciales). Y la España "centralista" volverá a ser lo que siempre ha sido: un mosaico plural compuesto por territorios con poder y otros con pobreza. Ahora invistan a Andalucía.

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